“Creo que una cosa que se valora mucho, demasiado a veces, es el conocimiento. Es decir, como ‘esta persona lleva cinco años, tiene tanto conocimiento que si se va, lo perdemos’, ¿no? […] Yo creo que lo tendemos a sobrevalorar demasiado [el conocimiento]. La gente aprende muy rápido, muy rápido. O sea, una persona que tiene las ganas, que tiene la motivación y que se quiere comer el mundo en dos semanas ha aprendido gran parte de lo que necesita para hacer su trabajo”.
Así comienza el último podcast elaborado por directivos de Factorial, un ‘unicornio’ (dicho de las ‘start-ups’ que alcanzan una valoración de 1.000 millones de dólares) especializado en el diseño de programas de recursos humanos.
No todas las empresas manifiestan tan abiertamente ese menosprecio por la experiencia, pero las estadísticas sí revelan que si bien los años están bien cuando se tiene empleo, ya que los sueldos son, por lo general, más altos; son un problema si uno pierde dicho trabajo: una vez que uno se baja de ese tren, cuesta horrores subirse al siguiente.
El Viejo Continente, más viejo
España, al igual que gran parte de las economías occidentales, vive instalada en una paradoja: son sociedades cada día más envejecidas, pero que son muy reticentes o directamente no quieren contratar a los sénior. El ‘Viejo Continente’ es cada día más viejo. La generación del ‘baby boom’ va cumpliendo años y asomándose a la jubilación, sucedida por los ‘millennials’, ‘centennials’ y sucesivas generaciones poco numerosas que deberán sostener con sus cotizaciones el retiro de sus padres o abuelos. No obstante, los hijos de la Segunda Guerra Mundial todavía tienen cuerda para un rato más, laboralmente hablando.
Los europeos, de media, cada día son más veteranos y también viven más años. Las economías europeas buscan fórmulas para acompasar las vidas laborales de su gente a esa nueva realidad y hacerlas más longevas.
Algunas empresas ven en los más veteranos una fuente de esa mano de obra que escasea, como sucede en el Reino Unido; otras los miran con reticencias, más proclives a la promesa de la juventud ‘low cost’. Y, en el horizonte, unos sistemas públicos de pensiones que ofrecen unas garantías insuficientes, a ojos de determinados profesionales, ya que difícilmente logran mantener el mismo poder adquisitivo de sus anteriores salarios.
En España, la edad media de la población trabajadora ha aumentado en más de cuatro años en las últimas dos décadas y, actualmente, el grupo más numeroso de ocupados tiene entre 45 y 49 años. En 2002 era la cohorte de 30 a 34 años. No solo ha subido la edad de los ocupados, sino también de los parados. Hay más desempleados sénior y dicha condición les complica reengancharse. El 30% de los parados son personas con más de 50 años, una tasa que se sitúa en máximos históricos. De entre todas las personas que no tienen trabajo desde hace más de un año, cuatro de cada 10 tienen 50 años o más.
Contratar fuera antes que formar a los de aquí
“Las empresas de este país tienen que hacer un cambio sociocultural, entender que la sociedad cada vez está más envejecida y que no pueden hacer como si eso no pasara. Es incomprensible cómo algunas compañías van a buscar profesionales fuera cuando tienen aquí a miles de personas que encajarían con esos perfiles apuntadas aquí en el SOC”, apunta el secretario de trabajo de CCOO de Cataluña, Ricard Bellera.
Y es que parte de las dificultades que tienen esos veteranos para reengancharse al mercado laboral parten de prejuicios y elementos subjetivos. Así lo demostró la fundación Iseak con un estudio publicado este año. Su experimento consistió en enviar 1.600 currículos ficticios a 800 vacantes de empleo publicadas en el portal Infojobs para las ciudades de Barcelona, Madrid y Euskadi. Dos currículos con características similares (nivel educativo, tipología de trabajos realizados o género) para la misma oferta; uno, de una persona de 35 años y el otro, de una de 49 años. Resultado: la probabilidad de recibir una respuesta por parte de las empresas es 50% menor para las personas mayores.
“Por primera vez en la historia tenemos a cinco generaciones conviviendo en la sociedad, pero ello no se traslada al mundo de la empresa. Nos llenamos la boca con lo importante que es la diversidad y sí que se está trabajando bien, por ejemplo, en cuestiones de género. Pero no, en la cuestión generacional”, afirma la especialista en recursos humanos y profesora de EAE Business School, Belén Marrón.
Sesgo más allá de lo material
Ya existen incentivos públicos para que las empresas contraten desempleados de larga duración mayores y durante la pasada legislatura ha habido algunos avances en este sentido. El Ministerio de Trabajo bajó de 50 a 45 años la edad mínima para ser considerado colectivo de atención prioritaria en las oficinas de empleo. No obstante, tanto Marrón como Bellera coinciden en que ese sesgo negativo trasciende lo material y consideran clave que desde lo público se lancen campañas de sensibilización, similares a las que se hacen para prevenir los accidentes de tráfico o conscienciar de los riesgos del tabaquismo, entre otros.
Es un camino que, desde lo privado, ya transitó el actual presidente de la patronal Conpymes, José María Torres. Este empresario impulsó en 2020 la campaña #NoALaDiscriminacionPorEdad, con el objetivo de sensibilizar a sus colegas empresarios.
Antes, en 2015 Torres ganó un Premi Gaudí y en 2016 un Goya –como productor- por el cortometraje ‘El Corredor’, un filme en el que un empresario arruinado y un trabajador al que este despidió reflexionan sobre la falta de oportunidades para los veteranos que pierden pie en la recta final de su carrera. Y en 2022, como presidente de Conpymes, instó al Defensor del Pueblo que investigara si los algoritmos de las plataformas de empleo generaban un sesgo por edad, en detrimento de los más veteranos.